Olman Martínez

Olman Martínez

Director de la Universidad de las Ventas.

Cuando un ganador comete un error, dice: "Yo me equivoque" y aprende la lección.
Cuando un perdedor comete un error, dice: "No fue mi culpa" y se la hecha a otros.

Un ganador sabe que la adversidad es el mejor de los maestros.
Un perdedor se siente una víctima ante la adversidad.

Un ganador sabe que el resultado de las cosas depende de él.
Un perdedor cree que la mala suerte sí existe.

Un ganador trabaja muy fuerte y se genera mas tiempo para sí mismo.
Un perdedor esta siempre "muy ocupado" y no tiene tiempo ni para los suyos.

Un ganador enfrenta los retos uno a uno.
Un perdedor le da vueltas y no se atreve a intentarlo.

Un ganador se compromete, da su palabra y la cumple.
Un perdedor hace promesas, no asegura nada y cuando falla solo se justifica.

Un ganador dice: "Yo soy bueno, pero voy a ser mejor".
Un perdedor dice: "Yo no soy tan malo como lo es mucha otra gente".

Un ganador escucha, comprende y responde.
Un perdedor solo espera hasta que le toque su turno para hablar.

Un ganador respeta a aquellos que saben más que él y trata de aprender algo de ellos.
Un perdedor se resiste con aquellos que saben mas que él y solo se fija en sus defectos.

Un ganador se siente responsable por algo más que su trabajo solamente.
Un perdedor no se compromete y siempre dice, "Yo sólo hago mi trabajo"

Un ganador dice, "Debe haber una mejor forma de hacerlo..."
Un perdedor dice, "Esta es la manera en que siempre lo hemos hecho".

Un ganador es parte de la solución.
Un perdedor es parte del problema.

Un ganador se fija en "cómo se ve la pared en su totalidad".
Un perdedor se fija "en el ladrillo que le toca colocar".


Saludos, GANADOR!!!


Autor desconocido

Autor: Pablo Neruda (*)

Nunca te quejes de nadie, ni de nada, porque fundamentalmente tú has hecho lo que querías en tu vida. Acepta la dificultad de edificarte a ti mismo y el valor de empezar corrigiéndote. El triunfo del verdadero hombre surge de las cenizas de su error.

Nunca te quejes de tu soledad o de tu suerte, enfréntala con valor y acéptala.
De una manera u otra es el resultado de tus actos y prueba que tú siempre has de ganar.

No te amargues de tu propio fracaso ni se lo cargues a otro, acéptate ahora o seguirás justificándote como un niño. Recuerda que cualquier momento es bueno para comenzar y que ninguno es tan terrible para claudicar.

No olvides que la causa de tu presente es tu pasado, así como la causa de tu futuro será tu presente. Aprende de los audaces, de los fuertes, de quien no acepta situaciones, de quien vivirá a pesar de todo; piensa menos en tus problemas y más en tu trabajo, y tus problemas, sin eliminarlos, morirán.

Aprende a nacer desde el dolor y a ser más grande que el más grande de los obstáculos; mírate en el espejo de ti mismo y serás libre y fuerte y dejarás de ser un títere de las circunstancias... porque tú mismo eres tu destino.

Levántate y mira el sol por las mañanas, y respira la luz del amanecer. Tú eres parte de la fuerza de tu vida, ahora despiértate, lucha, camina, decídete y triunfarás en la vida. Nunca pienses en la suerte, porque la suerte es el pretexto de los fracasados.


El anterior (excelente) texto se atribuye al poeta chileno Pablo Neruda. No podríamos afirmarlo. Si alguien puede dar fe de ello, por favor indíquenoslo.

Hace poco me encontré a un viejo amigo, un empresario millonario que empezó literalmente de cero. Nos decidimos por un café. Siempre me gusta hacer preguntas a personas exitosas. Saber cómo piensan, cómo usan su tiempo, cómo deciden, en qué invierten, cómo ven el mundo y cómo ven la vida.

Le pregunté a mi amigo cuál era la diferencia entre los triunfadores excepcionales y las personas que se pasan la vida sin lograr nada, lamentándose de su mala suerte.

Me respondió así: "La respuesta es fácil. Además de tener claro el destino y trazarme un plan para llegar (tener una meta y una estrategia), mi secreto para hacer cosas grandes y pequeñas en la vida es simple.”

Lo llamo el "Seminario del Éxito Más Corto del Mundo", que trata sobre Las Reglas Maestras para Triunfar. Voy a dártelo aquí mismo, desde esta silla."

Para este punto yo me atragantaba de saliva y me lo comía con los oídos, de pura expectación. Esperaba una fórmula mágica, un gran secreto místico inaccesible para los mortales comunes y corrientes. Al menos un discurso inspirador al estilo de Og Mandino o Earl Nightingale.

Pero no. Mientras me miraba profundo a los ojos, su voz tronó clara, serena y contundente. Y les juro que nunca pensé que fuera tan simple. Pero también les juro que jamás olvidaré lo que me dijo. He aquí sus palabras:

Las Reglas Maestras para Triunfar son tres, sólo tres:

1. Nunca te rindas.
2. Nunca te rindas.
3. Nunca te rindas.

Y no dijo más. O no escuché más. Al punto que ni siquiera recuerdo cuando nos despedimos.

Cuando me conecté de nuevo sólo tenía frente a mí la tasa de café y la cuenta (pagada) del restaurante. Me impresionó y me gustó tanto por su sencillez y su verdad, que me animé a compartirlo con ustedes.

¡Cuántas veces dejamos de pescar por soltar la caña antes de tiempo! La gente que triunfa NUNCA suelta la caña. No importa si se hunde el barco o se mete en medio de la tormenta: Sabe que ha de pescar y no descansa hasta que lo atrapa.


Autor desconocido

Un hombre encontró un capullo de una mariposa y se lo llevó a casa para poder ver a la mariposa cuando saliera de él.

Un día vio que había un pequeño orificio y entonces se sentó a observar por varias horas, viendo que la mariposa luchaba por abrirlo más grande y poder salir. El hombre vio que la mariposa forcejeaba duramente para poder pasar su cuerpo a través del pequeño agujero, hasta que llegó un momento en el que pareció haber cesado de forcejear, pues aparentemente no progresaba en su intento. Parecía que se había atascado.

Entonces el hombre, en su bondad, decidió ayudar a la mariposa, y con una pequeña tijera cortó al lado del agujero para hacerlo más grande, y ahí fue que por fin la mariposa pudo salir del capullo. Sin embargo, al salir la mariposa tenía un cuerpo muy hinchado y unas alas pequeñas y dobladas.

El hombre continuó observando, pues esperaba que en cualquier instante las alas se desdoblarían y crecerían lo suficiente para soportar al cuerpo, el cual se contraería al reducir lo hinchado que estaba.

Ninguna de las dos situaciones sucedieron y la mariposa solamente podía arrastrarse en círculos con su cuerpecito hinchado y sus alas dobladas.

Nunca pudo llegar a volar.

Lo que el hombre en su bondad y apuro no entendió, fue que la restricción de la apertura del capullo y la lucha requerida por la mariposa, para salir por el diminuto agujero, era la forma en que la naturaleza forzaba fluidos del cuerpo de la mariposa hacia sus alas, para que estuviesen grandes y fuertes, y luego pudiese volar.

La libertad y el volar solamente podían llegar luego de la lucha. Al privar a la mariposa de la lucha, también le fue privada su salud.

Algunas veces las luchas son lo que necesitamos en la vida. Si la naturaleza nos permitiese progresar por nuestras vidas sin obstáculos, nos convertiría en inválidos. No podríamos crecer y ser tan fuertes como podríamos haberlo sido.

¡Cuánta verdad hay en esto! Cuántas veces hemos querido tomar el camino corto para salir de dificultades, tomando esas tijeras y recortando el esfuerzo para poder ser libres.

Necesitamos recordar que nunca recibimos más de lo que podemos soportar y que a través de nuestros esfuerzos y caídas, somos fortalecidos así como el oro es refinado con el fuego.

Nunca permitamos que las cosas que no podemos tener, o que no tenemos, o que no debamos tener, interrumpan nuestro gozo de las cosas que tenemos y podemos tener. Nunca pensemos ni nos enfoquemos en lo que no tenemos: ¡Disfrutemos cada instante de cada día!

(Efectivamente la nueva mariposa necesita un tiempo para hacer llegar su sangre a las alas, permitiendo que éstas se fortalezcan y extiendan. Todo tiene su tiempo. A veces, hay que tener paciencia para que las cosas resulten como lo queremos.)


Autor desconocido