Olman Martínez

Olman Martínez

Director de la Universidad de las Ventas.

En estos días, los panameños tendrán que elegir entre cuatro candidatos que dicen y prometen cosas parecidas. No hay en el grupo personas insensatas ni extremistas. No hay malvados. Los cuatro se mueven en torno al centro ideológico de la sociedad. Los cuatro poseen virtudes y defectos, pero ninguno es fácilmente descalificable. ¿Cómo elegir al mejor de ellos?

La Fundación Libertad de Panamá me convocó recientemente a la Biblioteca Nacional a que reflexione en voz alta sobre este espinoso asunto: “¿Cómo se elige a un buen presidente?. Mis recomendaciones, por otra parte, no podían ser partidistas, sino generales. Mi misión consistía en proponer un método universal y sencillo para que el elector construyera en retrato robot del mejor gobernante posible y libremente le otorgará su voto. Un médico que les sirviera a los panameños o a cualquier ciudadano de un estado democrático convocado a las urnas.

Me pareció un reto interesante y acepte. Escribí un largo texto razonado y le agregue al final de las 20 categorías qué es conveniente examinar cuando se evalúa a los candidatos. Hay en ella elementos morales y prácticos  más o menos cuantificables. ¿Cómo se utiliza? Se le asigna a cada candidato una puntuación entre 0 y 5 por cada una de las 20 categorías. Cero es el peor resultado y cinco, el mejor. Finalmente, se suman las puntuaciones obtenidas por cada candidato. El candidato perfecto – que  probablemente no existe obtendría 100 puntos. El peor que se puede concebir, cero. Quizás haya algunos que lo merezcan.

No es seguro que por este procedimiento el elector seleccionara al mejor candidato, pero sin duda alguna ha introducido cierto método en su forma de analizar y elegir a los servidores públicos.

 

Respuesta a un reto interesante

Categorías

1. Liderazgo y visión.

Que inspire la admiración de las personas, especialmente de los jóvenes, y posea una visión o idea clara de los problemas principales que confronta la sociedad y como solucionarlos.

2. Habilidades de manager.

Que sepa planear una acción y ejecutarla.

3. Tolerancia.

Que pueda vivir respetuosamente con aquello o aquellos que no le gustan.

4. Prudencia.

Que sepa elegir entre el bien y el mal – como definían los romanos la prudencia - o, como suele ocurrir, entre la opción mejor de varias buenas o la menos mala cuando todas son desventajosas.

5. Compasión.

Que sienta el impulso de ayudar al desvalido por solidaridad humana, sin esperar nada a cambio.

6.  Templanza.

Que sepa medir los riesgos y rechazar las acciones innecesariamente peligrosas.

7. Firmeza:

Que sea capaz de negarse ante la petición ilegal o indecorosa que le propongan los poderosos, los influyentes, o sus propios partidarios.

8. Cordialidad cívica.

Que cultive un trato respetuoso con el adversario político sin descalificación personal.

9. Honradez.

Que rechace de plano la corrupción, venga de donde venga, y sea capaz de perseguirla con todo el peso de la ley, sobre todo entre los miembros de su propio grupo o gobierno.

10. Integridad.

Que demuestre coherencia entre lo que cree, dice y hace.

Que se comporte en el ámbito privado de manera afín a como predica que sea el comportamiento en el público.

11. Sentido común.

Que sea capaz de buscar soluciones practicas y sencillas a los problemas que inevitablemente surjan.

12. Autoridad.

Que inspire en sus subordinados una mezcla de respeto y admiración que se transforme en acatamiento voluntario de sus órdenes o sugerencias.

13. Humildad.

Que sea capaz de decir “No sé” cuando no sabe, o “Me equivoqué” cuando yerre. Que no vacile en pedir perdón cuando actúe incorrectamente. Que reconozca el talento de amigos y adversarios y que no tome demasiado en serio los halagos de los manipuladores.

14. Seguridad en sí mismo.

Que posea una fuerte personalidad que, sopesadas las opciones, le permita tomar decisiones importantes sin vacilación.

15. Solidez profesional y formación cultural.

Que cuente con un balaje cultural  y profesional suficiente para entender las múltiples labores de gobierno y sea capaz de examinar los problemas del país junto a los especialistas.

16. Experiencia.

Que a lo largo de su vida publica o privada haya demostrado talento para llevar a cabo tareas exitosas, aunque en algún momento haya fracasado en ciertos empeños.

17. Capacidad de comunicación.

Que logre “conectar” con la sociedad y pueda trasmitir de manera persuasiva y racional qué está haciendo, por qué lo está haciendo y cuáles son las consecuencias.

18. Calidad, claridad y serenidad del plan de gobierno propuesto.

Que haya formulado un proyecto de gobierno en el que las prioridades de la sociedad estén claras y hayan sido razonadas, y en el que se expliquen la viabilidad, los costos y el tiempo de realización.

19. Calidad de los colaboradores.

Que haya sabido rodearse de un equipo de valiosos colaboradores capaces de llevar adelante la obra de gobierno.

20. Capacidad para trabajar en equipo.

Que entienda que la labor de un gobernante no es controlar los detalles ni supervisar minuciosamente a un ejercito de burócratas, sino inspirarlos, concederles a los funcionarios responsables cierta confianza y autonomía y, finalmente, saber examinar los resultados generales de manera satisfactoria.

 


Carlos Alberto Montaner
Abril del 2004
FIRMA PRESS

Más que nunca, en crisis debemos escuchar mensajes inspiradores

Sin Martin Luther King y su sueño inspirador, contagioso y visionario, posiblemente Barack Obama no sería hoy el primer presidente negro del país más poderoso del mundo. Sin sueños e ilusiones, ideas y creatividad, sería imposible superar adversidad, obstáculos e inercia, pues las realizaciones siempre siguen a los sueños.

Todo ha sido creado dos veces: primero en la imaginación y después en su realización. Con creatividad e imaginación fabricamos una visión que luego se concreta en la virtud del logro, pues éste motiva a lo grande, emociona en lo profundo y enciende más innovación, mejor creatividad y mayores desafíos.

Ideas atrevidas. ¿Cómo superar la crisis actual? Con creativas y atrevidas ideas que sean por sí mismas nuestros máximos sueños posibles. Es decir, con ideas más grandes que uno mismo y retos que inspiren a dar todo de nosotros, primero en lo personal y luego en lo colectivo. Con el poder del pensamiento tenaz y positivo, es posible avanzar y superar las condiciones del momento, pues nada hay más grande que una idea cuando se realiza en su momento y logra transformar el mundo. Tal vez el de nuestra familia, institución o compañía, y tal vez hasta el mundo entero, el de su comunidad, el de un país o región.

Levantarse a trabajar, estudiar o cumplir con las tareas, es una acción en exceso funcional, operativa y difícilmente inspiradora sin una misión superior. A su vez, lanzarnos de la cama en las mañanas para hacer una contribución al mundo y aprovechar las posibilidades de cada día, es salir a la aventura de fe cotidiana con la misión en mente de convertirla en un logro que agregue, trascienda y sublime.

Con recursos o sin ellos, en crisis o en bonanza, de niños pudimos convertirnos en superhéroes, rescatamos princesas y ganamos mil batallas, conquistamos al príncipe azul, creamos el hogar de los sueños o logramos coronas en nuestras cabezas, pues con creatividad e imaginación absolutamente nada es imposible. De niños no veíamos las limitaciones, no habíamos aprendido a hacer matrices de ventajas y desventajas, no buscábamos las respuestas en una celda de Excel ni hacíamos análisis “foda”, desconocíamos la racional administración de proyectos y no hacíamos listas de prioridades. Tal vez por ello, soñábamos sin restricciones y alcanzábamos lo impensable, por lo que es muy importante rescatar al niño o la niña en cada quien, y así potencializar nuestra innata e inagotable capacidad para soñar en todo lo posible. Si deseamos ser creativos, hay que vivir creativos.

En tiempos de crisis, por tanto, es más importante que nunca retirar nuestras miradas de los obstáculos y enfocarnos proactivamente en las posibilidades. En tiempo de crisis es aún más importante proponer y atreverse, alimentar la visión de futuro y el alcance de nuestras emociones, que hacer reactivamente un inventario de razones para justificar todas nuestras limitaciones.

En el liderazgo de las empresas públicas o privadas radica la mayor responsabilidad por inspirar y preparar el ambiente propicio para confirmar, consolidar y engrandecer el propósito superior de todo lo que hacemos. De hecho, es preferible alimentar la vida que hacer tortillas, llenar el mundo de lovemarks que hacer anuncios, distribuir prosperidad que repartir cajas o llenar la vida de colores que vender pintura. En la cabeza de las empresas reside el mayor desafío, y por esto, hoy es más importante que nunca despertar la creatividad y detonar todas las posibilidades, pues ya es tiempo de rescatar la inagotable fuente de recursos en nosotros mismos, más allá de los recortes, el temor o la incertidumbre que nos ha inundado en éstos tiempos de recesión económica.

 

De la emoción a la acción. Si los días son más pesados de lo normal, You Tube está al alcance del teclado para escuchar de nuevo a Martin Luther King y reafirmar el poder de los sueños. Cuando se complica la agenda, es ideal abrir la Biblia y recibir la mayor guía e inspiración que existe, o bien, en otra dimensión, le recomiendo ir al Google y buscar con las palabras –Tony Robbins Ted – y escuchar su emocionante charla. O bien, simplemente inspirarse con Labuat en www.soytuaire.labuat.com para recordar lo relevante de las emociones acentuadas por la música, la pintura digital en éste caso y la interacción que divierte, engancha y emociona. Mientras tanto, no olvidemos que, así como el miedo paraliza y las razones nos conducen a conclusiones, son las emociones las que nos llevan directo a las acciones.

Más que nunca, en crisis debemos escuchar mensajes inspiradores, asistir a eventos inspiradores, encendernos por ideas inspiradoras, aceptar los desafíos más inspiradores, crear las misiones y visiones más inspiradoras, luchar por los logros más inspiradores y enfocarnos con pasión en guiar nuestras acciones por nuestros sueños más inspiradores.

Así, le invito a decirlo también: yo tengo un sueño y lo comparto. Yo tengo un sueño y no temo a los que suelen descalificar al soñador. Yo tengo un sueño y lo contagio. Yo tengo un sueño y lo nutro con los sueños de los demás. Yo tengo un sueño y avanzo contra viento y costumbre. Yo tengo un sueño y lo realizo. Yo tengo un sueño y nada es imposible. Yo tengo uno y mil sueños más.


Miércoles 20 de mayo 2009
La Nación

Como ya es de nuestro conocimiento que la globalización, la tecnología y el conocimiento han hecho que la fuente laboral se reduzca en forma sorprendente, ahora las empresas para contratar su personal necesitan evaluar el talento, la creatividad y la actitud que poseen los candidatos para así alguno de ellos con estas características va a ser el favorecido de llevarse el puesto, pero la forma como das a conocer estas fortalezas a tu potencial cliente (Empresario) es por medio de tu propia publicidad “El currículo vitae”.

Los procesos de cambio que ha ocurrido en las empresas, han hecho que se cambien los sistemas de contratación laboral, los antiguos sistemas que se utilizaban ya no funcionan, ya no están en las empresas, ya los desecharon, ahora utilizan nuevos métodos de selección y nuevos sistemas de evaluación. Pero aquí va la pregunta ¿Qué sistemas hemos cambiado nosotros para poder ingresar al mercado laboral?, pues nada absolutamente nada, usamos el mismo currículo, el mismo modelo y el mismo estilo de redacción.

Nuestro molde mental esta adaptado a la rutina de siempre, a que si tenemos una oferta laboral empezamos a redactar un currículo carente de valor, energía, entusiasmo y de algo que nos lleva siempre a la perdida de oportunidad laboral, el impacto. ¿Hasta cuando vamos a cambiar?.

El impacto que causa un currículo en el momento que está en acción, es de acuerdo como este elaborado, su potencia puede hacer cambiar los planes de selección de cualquier gerente o reclutador en cuestión de minutos, atacando en forma sorprendente sus emociones frágiles y cansados de buscar talentos creativos que sean capaces de ser diferentes a la hora de estar en el campo comercial.

No dejemos que otros nos roben el espacio laboral, no dejemos que nuestras teclas mentales creativos se oxiden y quedemos atrapados en la rutina de siempre que no hay trabajo, mientras que otros utilizan sus armas creativas de publicidad y disparan al blanco emocional de los reclutadores cautivando su atención y su confianza formando parte inmediatamente del sistema corporativo de su empresa.


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Desayuno Nacional de la Oración

 

Jueves, Febrero 5, 2009

Washington, DC

Buenos días. Quiero agradecer a los organizadores de este desayuno, los Representantes Heath Shuler y Vernon Ehlers. También quisiera agradecer a Tony Blair por venir hoy, así como a nuestro Vicepresidente, Joe Biden, a miembros de mi Gabinete,  miembros del Congreso, clérigos, amigos y dignatarios de diversas partes del mundo.

Michelle y Yo nos sentimos honrados al compartir con ustedes nuestra plegaria de esta mañana. Sé que este desayuno tiene una larga historia en Washington, y como la fe ha sido siempre una fuerza orientadora en nuestra vida familiar, nos sentimos como en casa, y esperamos mantener esta tradición activa durante el tiempo en que estemos aquí.

Es una tradición que según me han dicho, comenzó en la ciudad de Seattle. Transcurría el momento culminante de la Gran Depresión, y la mayoría de la gente se encontraba sin trabajo. Muchos cayeron en la pobreza. Algunos lo perdieron todo.

Los líderes de cierta comunidad hicieron todo lo posible por aquellos que estaban sufriendo en aquel lugar. Y luego decidieron hacer algo más: comenzaron a rezar. Independientemente de cual fuera la parcialidad o afiliación religiosa a la que perteneciera cada uno. Simplemente se reunieron una mañana como hermanos y hermanas para compartir una comida y para hablar con Dios.

Esos desayunos rápidamente se diseminaron por todo Seattle, y luego por distintas ciudades y pueblos a través de América, hasta llegar a Washington. Y poco tiempo después que el Presidente Eisenhower pidiera a un grupo de Senadores si podían acompañarlo en su desayuno de oración, se convirtieron en un evento nacional. En el momento actual, al ver aquí presidentes y dignatarios de todas partes del mundo, se me hace evidente que esta es una de las raras ocasiones que aún es capaz de reunir a gran parte del mundo en un momento de paz y buena voluntad.

Cuento esta historia porque con demasiada frecuencia hemos visto que se utiliza la fe como herramienta para dividir a unos de otros; como una excusa para el prejuicio y la intolerancia. Se han emprendido guerras. Se han ejecutado inocentes. A lo largo de los siglos, religiones enteras han sido perseguidas, siempre en el nombre de lo que se cree correcto.

Sin duda la misma naturaleza de la fe muestra que nuestras creencias nunca serán iguales. Leemos diferentes libros. Seguimos diferentes mandatos. Estamos suscriptos a diferentes relatos acerca de cómo fue que llegamos aquí, y adonde iremos luego, - y algunos no profesan absolutamente fe alguna.

Pero independientemente de aquello en que elijamos creer, recordemos que no existe ninguna religión cuyo credo central sea el odio. No existe Dios que consienta la eliminación de seres humanos inocentes. Esto lo sabemos muy bien.

Sabemos también que a pesar de nuestras diferencias, hay una ley que vincula a las grandes religiones. Jesús nos dijo “ama a tu prójimo como a ti mismo”. La Torah ordena: “aquello que sea malo para ti, no lo hagas a tus semejantes”. En el Islam, hay una enseñanza que afirma: “ninguno cree realmente hasta que desea para su hermano lo mismo que desea para si”. Y lo mismo vale para los Budistas, los Hinduistas, los seguidores de Confucio y para los humanistas. Es, por supuesto, la Regla de Oro – la propuesta que nos invita a amarnos, a entendernos, a tratar con dignidad y respeto a todos aquellos con quienes compartimos un breve momento en esta tierra.

Es una regla antigua, una regla simple, pero también uno de los mayores desafíos. Porque pide de cada uno de nosotros que tomemos responsabilidad por el bienestar de gente que tal vez no conocemos ni admiramos y con quienes tal vez no coincidimos en todo. A veces, nos pide que nos reconciliemos con acérrimos enemigos, o que resolvamos viejas disputas. Y eso requiere una fe activa, vital, y fervorosa. Requiere no sólo que creamos, sino que actuemos – para dar algo de nosotros para beneficio de otros y la construcción de un mundo mejor.

De este modo, la fe particular que nos motiva puede promover un bien mayor para todos. En lugar de separarnos, nuestras variadas creencias pueden unirnos en la intención de alimentar al hambriento y confortar al afligido; en la intención de llevar paz donde hay conflicto y reconstruir lo que ha sido roto; para levantar a aquellos que han caído en un tiempo de dificultad. Esta no es sólo nuestra obligación como personas de fe, sino también como ciudadanos de América, y será el propósito de la Oficina de la Casa Blanca para Asociaciones Religiosas y Vecinales, que anunciaré más adelante en el día de hoy.

El objetivo de esta oficina no será otorgar beneficios a favor de un grupo religioso sobre otros – ni tampoco el beneficio de grupos religiosos sobre aquellos que no lo son. Será simplemente el de facilitar el trabajo de aquellas organizaciones que trabajan para el beneficio de nuestras comunidades, y hacer eso sin borrar la línea que nuestros fundadores sabiamente trazaron entre iglesia y estado. Este trabajo es importante, porque ya se trate de un grupo que asesora a familias amenazadas por el desalojo, o de grupos de fe que proveen capacitación laboral a quienes están desempleados, pocos se encuentran tan cerca de lo que ocurre en las calles y vecindarios que estas organizaciones. La gente confía en ellas. Las comunidades creen en ellas. Y nosotros las vamos a ayudar.

Trataremos también de alcanzar a líderes y estudiantes en todo el mundo para cultivar un diálogo pacífico y productivo en torno al tema de la fe. No espero que las diferencias desaparezcan de la noche a la mañana, ni tampoco creo que las antiguas perspectivas y los conflictos vayan a evaporarse repentinamente. Pero sí creo que si podemos hablar con el otro abierta y honestamente, tal vez las viejas grietas comenzarán a ser reparadas, y nuevas sociedades comenzarán a emerger. En un mundo que se hace más pequeño cada día, tal vez podamos ir dejando afuera a las destructivas fuerzas del fanatismo, haciendo lugar para el sano poder del mutuo entendimiento.

Esta es mi esperanza. Esta es mi plegaria.

Creo que este beneficio es posible porque mi fe me dice que todo es posible, pero también creo en base a lo que he visto y he vivido.

No me crié en una casa particularmente religiosa. Tuve un padre que nació Musulmán pero se volvió ateo, abuelos Metodistas y Bautistas no practicantes, y una madre que no creía en la religión organizada, a pesar de ser la más bondadosa y espiritual persona que jamás he conocido. De niño ella me enseño a amar y a comprender, y a tratar a otros como quisiera que me trataran a mí.

No me convertí en cristiano sino muchos años después, cuando me trasladé a la Zona Sur de Chicago luego de la secundaria. No fue por adoctrinamiento ni por una súbita revelación, sino porque pasé mes tras mes trabajando con gente de la iglesia que simplemente quería ayudar a los vecinos que estaban pasando por un mal momento – sin tomar en cuenta qué aspecto tenían, o de dónde venían, o a quién dirigían sus oraciones. Fue en esas calles, en esos vecindarios, donde por primera vez sentí el espíritu de Dios llamándome. Fue allí donde me sentí llamado para un propósito superior – Su propósito.

En diferentes caminos y de diferentes formas, es ese espíritu y esa sensación de propósito lo que guió a los amigos y vecinos de aquel primer desayuno de oración en Seattle, hace tanto tiempo, en otro período de prueba para nuestra nación. Es lo guía a amigos y vecinos de tantas naciones y confesiones hacia aquí el día de hoy. Venimos a compartir el pan y a dar gracias y a buscar orientación, pero también a fortalecer nuestra dedicación a la misión de amor y servicio que yace en el corazón de toda la humanidad. Como San Agustín dijo una vez: “Reza como si todo dependiera de Dios. Trabaja como si todo dependiera de ti”.

Así que recemos juntos esta mañana de Febrero, pero trabajemos juntos también todos los días y meses que tenemos por delante. Porque es sólo a través de la lucha y el esfuerzo común como hermanas y hermanos, que cumpliremos nuestros mayores destinos como criaturas amadas de Dios. Les pido que se unan a mi en ese esfuerzo, y también les pido que recen por mi, por mi familia, y por la continua perfección de nuestra unión.

Gracias.